Jack Daniels por La Paz
Desde el punto de vista de la utilización de la capacidad, tres hombres solitarios, uno en cada mesa con un mísero cafecito, desconociéndose y esperando a más conocidos sin rostro, no habla bien de la productividad del café de La Paz, Corrientes al 1500.
Viernes 23 hs. Suelo ser puntual hasta en Bs As. No importa que llegar me haya llevado apenas 1000 km dentro de una caja. Me asomo antes de entrar, luego de un par de miradas previas, y ocupo una mesa sospechando de los otros dos. Uno de ellos se levanta para volver luego. Minutos después entran unas chicas que llegan de una despedida de soltera o de viuda alegre, no sé, eso parece. El que quedó en la mesa cogotea tan disimuladamente que hasta me doy cuenta.
Antes que terminen de sentarse, creo reconocer a Silvia, y también a SS Beltrana. Pero aún no me animo. Leandro (después voy a saber el nombre de este muchacho livianito, tan livianito que apenas si llega a los seikilos) se para y se acerca, las interroga, le piden la passaword y el recita no sé qué cosa en inglés. Arman otra mesa mientras me acerco y el mozo me persigue con la cuenta del cafecito por temor a que me raje. En algún momento se agrega otro hombre (o ya estaba allí). Cuelgan el cartelito con el logotipo de Café con Muá. Carlos, Carlos se llama el otro hombre. Así me dijo cuando comencé a saludar extendiendo mi mano dolorida ¿y vos quién sos? preguntan las chicas. Soy muchas personas ¿cómo lo explico? Cara de desilusión. Sí, no hay ventriloquia sin multiplicidad y sincretismo ¿no son dos caras de una misma moneda? Nos sentamos mientras les presento a mis hermanos y llega el otro solitario de la mesa, el de barba, que dice que ese no es su nombre.
Carlos, todo un experimentado en esto de los encuentros de blogueros, me dice que al principio se habla poco, y entre pocos. Pero que luego, a medida que el alcohol nos socializa y hermana, no hay manera de entender nada porque todos hablan al mismo tiempo.
Me estoy acomodando cuando hay que abrirle paso a un ropero (un marido celoso, pensé) pero no, el barbudo grandote que al principio me pareció que tenía cara de pocas pulgas, se llama Luís. Del Doke soy, vivo allí ¿conocés? Hay cierto tono de obviedad en la pregunta. Le pregunto alguna otra obviedad, me contesta que vive debajo del puente de hormigón y es feliz. Finalmente Silvia es Silvia y su calabaza; Beltrana ya es Beltrana para todos los que quieran escuchar su ¡ay, dejemé!. La mesa es larga, tan larga que las conversaciones se pierden para desesperación de los sordos. Un poquito en el extremo y extremada por el coñac está Vero, verdadera artífice de esta reunión. Después cambiamos sillas y lugares, nos repartimos de otra manera, queda frente a mí Haydesa, cuyo rostro trato de asociar al de una foto quebrada. La escucho hablar, la escucho con especial atención, quiero oírla tartamuda (tengo debilidad por las tartamudas), pero no, su voz sale dulce a borbotones. En algún momento de la noche nos sienta a su padre en la mesa, entonces Sué Beltrana también trae a su padre y lo sienta con nosotros y ese que dice que no es su nombre también trae a su padre y lo suma a la charla. Nos contamos cuentos de miedo; no tanto de aparecidos como de desaparecidos.
Las conversaciones se arremolinan, a Silvia se le vence el tiempo y una carroza la espera en la puerta. Se hace humo Silvia. Suena una llamada, es Tino que, recienvenido de Los Ángeles, quiere saludarnos.
Ahí, en ese preciso momento, creo, recién estamos comenzando…
Viernes 23 hs. Suelo ser puntual hasta en Bs As. No importa que llegar me haya llevado apenas 1000 km dentro de una caja. Me asomo antes de entrar, luego de un par de miradas previas, y ocupo una mesa sospechando de los otros dos. Uno de ellos se levanta para volver luego. Minutos después entran unas chicas que llegan de una despedida de soltera o de viuda alegre, no sé, eso parece. El que quedó en la mesa cogotea tan disimuladamente que hasta me doy cuenta.
Antes que terminen de sentarse, creo reconocer a Silvia, y también a SS Beltrana. Pero aún no me animo. Leandro (después voy a saber el nombre de este muchacho livianito, tan livianito que apenas si llega a los seikilos) se para y se acerca, las interroga, le piden la passaword y el recita no sé qué cosa en inglés. Arman otra mesa mientras me acerco y el mozo me persigue con la cuenta del cafecito por temor a que me raje. En algún momento se agrega otro hombre (o ya estaba allí). Cuelgan el cartelito con el logotipo de Café con Muá. Carlos, Carlos se llama el otro hombre. Así me dijo cuando comencé a saludar extendiendo mi mano dolorida ¿y vos quién sos? preguntan las chicas. Soy muchas personas ¿cómo lo explico? Cara de desilusión. Sí, no hay ventriloquia sin multiplicidad y sincretismo ¿no son dos caras de una misma moneda? Nos sentamos mientras les presento a mis hermanos y llega el otro solitario de la mesa, el de barba, que dice que ese no es su nombre.
Carlos, todo un experimentado en esto de los encuentros de blogueros, me dice que al principio se habla poco, y entre pocos. Pero que luego, a medida que el alcohol nos socializa y hermana, no hay manera de entender nada porque todos hablan al mismo tiempo.
Me estoy acomodando cuando hay que abrirle paso a un ropero (un marido celoso, pensé) pero no, el barbudo grandote que al principio me pareció que tenía cara de pocas pulgas, se llama Luís. Del Doke soy, vivo allí ¿conocés? Hay cierto tono de obviedad en la pregunta. Le pregunto alguna otra obviedad, me contesta que vive debajo del puente de hormigón y es feliz. Finalmente Silvia es Silvia y su calabaza; Beltrana ya es Beltrana para todos los que quieran escuchar su ¡ay, dejemé!. La mesa es larga, tan larga que las conversaciones se pierden para desesperación de los sordos. Un poquito en el extremo y extremada por el coñac está Vero, verdadera artífice de esta reunión. Después cambiamos sillas y lugares, nos repartimos de otra manera, queda frente a mí Haydesa, cuyo rostro trato de asociar al de una foto quebrada. La escucho hablar, la escucho con especial atención, quiero oírla tartamuda (tengo debilidad por las tartamudas), pero no, su voz sale dulce a borbotones. En algún momento de la noche nos sienta a su padre en la mesa, entonces Sué Beltrana también trae a su padre y lo sienta con nosotros y ese que dice que no es su nombre también trae a su padre y lo suma a la charla. Nos contamos cuentos de miedo; no tanto de aparecidos como de desaparecidos.
Las conversaciones se arremolinan, a Silvia se le vence el tiempo y una carroza la espera en la puerta. Se hace humo Silvia. Suena una llamada, es Tino que, recienvenido de Los Ángeles, quiere saludarnos.
Ahí, en ese preciso momento, creo, recién estamos comenzando…
Etiquetas: Bloguerías
13 Comments:
Jorge, no exageres tu buena voluntad: lo del puente de hormigón, las pulgas y los roperos está muy bien, pero yo no dije que era feliz. Jamás se me ocurriría algo tan desesperado como eso.
Abrazo.
11:58 a. m.
Así dice la canción "... soy el mendigo del dok sud..." por supuesto que no quiere decir que seas un mendigo, sino que es lo que asocio al Doke como lugar. No te olvides que no conozco Bs As, aunque pueda llegar hasta el café de La Paz.
Lo de las pulgas es un agregado tuyo, para darle realismo, supongo.
Un abrazo
2:04 p. m.
Ay, dejemé, cuánta nostalgia...Me quedaría a vivir en ciertos momentos.
4:50 p. m.
Ah, si es la canción, entonces hago cambios: entran los piojos en lugar de las pulgas.
Ser mendigo no me desagradaría, peor sería ser empleado de banco, o repositor en los supermercados, diga lo que diga Cucurto.
Abrazo.
9:41 a. m.
¡Bah! El Jack Daniels me recuerda al Journalist, desde entonces me provoca náusea.
¡Besos!
12:05 p. m.
Me gustó la crónica. No sé si viudas, pero alegres sí que estábamos. Lo que recitó tan encantadoramente Leandro fue el comienzo de Ricardo III, de donde sale el nombre (aunque intervenido, como se usa decir ahora) de mi blog. Yo, tanto como artífice... Desde el primer PCM todos expresamos las ganas de vernos otra vez, así que basta una cabeceada para que varios salgan a bailar. Es cierto, quedamos lejos para la charla, Jorge, incluso después de la rotación. Besos (dos).
12:52 p. m.
Yo a Jorge por teléfono le advertí con que clase de halcones y palomas se iba a encontrar. La próxima no faltaré y me pasaré del San Telmo al JB, al Jack Daniels, bah, menos Criadores, a cualquiera.
1:45 p. m.
Volviendo a citar a Shakespeare, por más que le hago la guerra a ese tirano sanguinario, el Tiempo, no logro ponerme al día con nada. Pese al caos y la disgregación, me fue interesante el encuentro, y el descubrimiento a posteriori de los sendos blogs; yo, que no conocía a nadie, ahora tengo más en la cuenta de pendientes, una cuenta que no para de subir. Por suerte.
2:33 p. m.
le diré que si es por mi piecito, más que a la Cenicienta me parezco a la hermanastra...
linda crónica, Jorge.
10:37 p. m.
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
12:46 a. m.
Vero:
no jodas! no trates de hacernos creer que no eres una niña, de nada sirve que te valgas de expresiones anquilosadas como 'basta una cabeceada para que varios salgan a bailar' Eso te lo debe haber contado tu abuelita...
12:48 a. m.
(Ji ji) Debe ser un remanente de la incursión por la milonga con la prima.
3:01 p. m.
Linda la crónica, che. La próxima a mi viejo no lo llevo. Qué tipo pesado.
7:34 p. m.
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