EL TESORO
A través de los ventanales digitales, desde la remozada sala de espera, vio corretear por última vez al viejo Boeing hasta que la nariz lo subió al cielo y se perdió entre la espuma de las nubes.
Instintivamente miró hacia la pista. Gesto que nunca podía controlar, como tampoco ese deseo imperioso de asistir a cada partida del vuelo de las 08:53, Corrientes - Buenos Aires.
En la pista, a empujones, sacaban a dos chicos que habían violado la ordenanza de seguridad del aeropuerto. Sonrió, casi con amargura. Sabía muy bien qué habían querido hacer.
Hace muchos años, cuando él era un pibe y el mundo apenas la muestra gratis de lo que hoy es, se coló en la pista luego de que el avión levantara vuelo. Los controles no eran tan estrictos como ahora y si el personal se descuidaba, o hacía la vista gorda, se podía, en pocos minutos, recorrerla palmo a palmo.
–Siempre se encuentra algo luego de un vuelo –le decía su padre, cuando aún pertenecía al personal de mantenimiento del aeropuerto–. Remaches, un pedazo de metal, un trozo de manguera. Nunca sabemos muy bien a qué parte del avión pertenecen, ni si alguna vez se reponen los faltantes, pero lo cierto es que revisamos la pista antes y después de cada vuelo, y es raro no encontrar nada.
Ese día, con la excusa de visitar a su padre, se coló también luego del despegue y encontró su pequeño tesoro: un pedazo de servo lustroso como un diamante.
La nave no llegó nunca a destino; nadie supo explicar los motivos del accidente.
Él guardó la joya junto a sus objetos más preciados, y aún hoy la conserva en un baúl, escondida entre atados de cartas ajadas, cuidadosamente ordenadas. Conserva también los recortes de los diarios que su padre leía y releía silencioso y concentrado en la mesa de la cocina mientras masticaba un repentino insomnio.
En esas amarillentas y frágiles páginas, o quizá en su memoria, las imágenes de metales retorcidos y oscuros han ido perdiendo contraste con el paso del tiempo, pero aún pueden transmitirle algo de aquel lejano horror, cada vez que abre el baúl y levanta el trozo de metal para limpiarlo y devolverle un viejo fulgor.
Instintivamente miró hacia la pista. Gesto que nunca podía controlar, como tampoco ese deseo imperioso de asistir a cada partida del vuelo de las 08:53, Corrientes - Buenos Aires.
En la pista, a empujones, sacaban a dos chicos que habían violado la ordenanza de seguridad del aeropuerto. Sonrió, casi con amargura. Sabía muy bien qué habían querido hacer.
Hace muchos años, cuando él era un pibe y el mundo apenas la muestra gratis de lo que hoy es, se coló en la pista luego de que el avión levantara vuelo. Los controles no eran tan estrictos como ahora y si el personal se descuidaba, o hacía la vista gorda, se podía, en pocos minutos, recorrerla palmo a palmo.
–Siempre se encuentra algo luego de un vuelo –le decía su padre, cuando aún pertenecía al personal de mantenimiento del aeropuerto–. Remaches, un pedazo de metal, un trozo de manguera. Nunca sabemos muy bien a qué parte del avión pertenecen, ni si alguna vez se reponen los faltantes, pero lo cierto es que revisamos la pista antes y después de cada vuelo, y es raro no encontrar nada.
Ese día, con la excusa de visitar a su padre, se coló también luego del despegue y encontró su pequeño tesoro: un pedazo de servo lustroso como un diamante.
La nave no llegó nunca a destino; nadie supo explicar los motivos del accidente.
Él guardó la joya junto a sus objetos más preciados, y aún hoy la conserva en un baúl, escondida entre atados de cartas ajadas, cuidadosamente ordenadas. Conserva también los recortes de los diarios que su padre leía y releía silencioso y concentrado en la mesa de la cocina mientras masticaba un repentino insomnio.
En esas amarillentas y frágiles páginas, o quizá en su memoria, las imágenes de metales retorcidos y oscuros han ido perdiendo contraste con el paso del tiempo, pero aún pueden transmitirle algo de aquel lejano horror, cada vez que abre el baúl y levanta el trozo de metal para limpiarlo y devolverle un viejo fulgor.
Etiquetas: Hijos de Nix
6 Comments:
Una de las razones por lo que eso llamado humanidad funciona para la mierda es que ls cosas que para algunos son tesoros para otros son tragedias...
1:34 a. m.
Y la cuestión de la responsabilidad, de la prueba y de la culpa. Para el padre, el tesoro del hijo podía ser un fantasma: ¿acaso el accidente no sería de alguna manera su responsabilidad?
Muy bueno, Jorge...
10:25 a. m.
Perdón por mi ignorancia, pero...
¿Q es un "servo"?
1:59 a. m.
Anais. definición de servo.
servo.
(Acort.).
1. m. servomecanismo. >>> Sistema electromecánico que se regula por sí mismo al detectar el error o la diferencia entre su propia actuación real y la deseada.
Besos
8:08 p. m.
GRACIAS!
1:18 a. m.
A mí no me gustaría ser el chico que tuviese le servo entre sus cosas y enterarme despues que el avión cayó, me quedaría rondando en la cabeza con culpa que yo podría haber avisado a torre de controlo quien corresponda de que algo importante había caido, que tal vesz estuviesen en peligro, no se yo me sentiría para la miercoles si me pasara a mí....
10:41 a. m.
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