Esas Raras Enfermedades Nuevas
Males opuestos con perjuicios semejantes.
Pedro padecía hiperpenis, una rara enfermedad que hacía que su pene, erguido en toda su potencia, al entrar en contacto con la mucosa vaginal, por una indeseable reacción alérgica, acrecentase tres veces su tamaño normal, tanto a lo largo como a lo ancho. Salvo contadas, y descalificadas, excepciones, ninguna mujer toleraba semejante desmesura, por más que en el imaginario popular esto esté desmentido. Pedro estaba condenado a relaciones por vía anal o, eventualmente, al uso de doble condón, porque el más mínimo contacto desencadenaba la terrorífica inflación. Esto último le anulaba toda sensibilidad, y lo primero lo hundía en un mar de culpas; es que Pedro era un hombre muy religioso, con lo cual, en ninguno de los casos lograba una verdadera satisfacción.
Pablo, en las antípodas, sufría de hipopenis. Caprichosa afección que hacía que su miembro viril, literalmente, se arrugase y escondiese por completo apenas lo acercara al flujo vaginal. Le quedaban las mismas alternativas que a Pedro, pero qué mujer que se precie aceptaría así, sin más, ni menos, tan mezquino intercambio.
Pedro y Pablo se conocieron en lo del médico, mejor dicho, en la sala de espera de un consultorio. Entablaron conversación porque ambos mataban la espera coincidiendo en la lectura de un trópico de Henry Miller.
Solían encontrarse y tomar algunas copas juntos. A pesar de esto, ninguno había confiado al otro el motivo de su concurrencia al especialista y las horas se les pasaban, entre brindis y brindis, en medio de relatos de lujuriosas hazañas.
Por las noches, cada cual en su cama, con un estremecimiento, recibía complaciente la visita de Onán.
Pedro padecía hiperpenis, una rara enfermedad que hacía que su pene, erguido en toda su potencia, al entrar en contacto con la mucosa vaginal, por una indeseable reacción alérgica, acrecentase tres veces su tamaño normal, tanto a lo largo como a lo ancho. Salvo contadas, y descalificadas, excepciones, ninguna mujer toleraba semejante desmesura, por más que en el imaginario popular esto esté desmentido. Pedro estaba condenado a relaciones por vía anal o, eventualmente, al uso de doble condón, porque el más mínimo contacto desencadenaba la terrorífica inflación. Esto último le anulaba toda sensibilidad, y lo primero lo hundía en un mar de culpas; es que Pedro era un hombre muy religioso, con lo cual, en ninguno de los casos lograba una verdadera satisfacción.
Pablo, en las antípodas, sufría de hipopenis. Caprichosa afección que hacía que su miembro viril, literalmente, se arrugase y escondiese por completo apenas lo acercara al flujo vaginal. Le quedaban las mismas alternativas que a Pedro, pero qué mujer que se precie aceptaría así, sin más, ni menos, tan mezquino intercambio.
Pedro y Pablo se conocieron en lo del médico, mejor dicho, en la sala de espera de un consultorio. Entablaron conversación porque ambos mataban la espera coincidiendo en la lectura de un trópico de Henry Miller.
Solían encontrarse y tomar algunas copas juntos. A pesar de esto, ninguno había confiado al otro el motivo de su concurrencia al especialista y las horas se les pasaban, entre brindis y brindis, en medio de relatos de lujuriosas hazañas.
Por las noches, cada cual en su cama, con un estremecimiento, recibía complaciente la visita de Onán.
Etiquetas: Textos
10 Comments:
Para ellos y todos los que sufran de esos problemas, CONSULTEN MI POST DE HOY!!
APURENSE!!!!!
12:06 p. m.
Un hombre muy feligioso leyendo a Miller, MMMMMmmmmmmmmmmmm. Permístaseme dudar...
Además, eso de Pedro y Pablo... Queso y dulce, blanco y negro, agua y aceite... Mmmmmmmmmmmm.
Permítaseme dudar.
12:15 p. m.
Anais:
¡desconfiad hasta del instrumento con el que mides!
Un beso
inicialmente eran Pedro y Juan, pero me gustó más esta parejita...
4:47 p. m.
Hola muñeco! qué buen relato, me gusto esa historia de antípodas que se mienten y simulan ser un ecuador caliente y húmedo.
besos,
11:27 p. m.
Plas, plas, plas.
Besos lujuriosos.
7:29 a. m.
Ahhhh bueno... estem... hubiera ayudado a los pobrecitos... Hay alternativas, claro que es la dama, la que tiene que tomar la iniciativa. Varios juegos, mucho tacto, lenguas de x medio y al final sí el condón, o simplemente una masturbación mutua... Digo... nomás por decir... ;)
8:12 p. m.
Fulanita:
hasta me dan ganas de estar enfermo si vas a ser mi enfermera...
10:34 p. m.
Descubre la secreta enfermedad masculina?
tamaño del pene = tamaño del ego
Mentiras masculinas hazañas disfrazadas.
Por otro lado el relato resulta como siempre entretenido y nos deja cierto sabor de ambiguedad en el asunto este de la "amistad" de Pedro y Pablo
1:51 p. m.
Parece que a pesar del castigo en la historia bíblica de Onán, el asunto, de una o de otra manera, persigue al hombre. ¡Y bueno, tendrá que ser perseverante en la búsqueda de otras estrategias! jajaja (Perdón, no será para reírse)
Saludos.
11:04 a. m.
Un hombre muy feligioso leyendo a Miller, MMMMMmmmmmmmmmmmm. Permístaseme dudar...
Además, eso de Pedro y Pablo... Queso y dulce, blanco y negro, agua y aceite... Mmmmmmmmmmmm.
Permítaseme duda
3:51 p. m.
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