La más variada fauna, entre pensamiento, imagen, poesía y erotismo: ¡todo!, en definitiva.

6.6.06

BORGES Y YO

La idea del post anterior era compartir la voz de Jorge Luís Borges, asumiendo que todos conocían el texto, pero pocos la voz de quien lo escribió. No contaba con las complicaciones técnicas.

Volver a escucharlo me estremeció, porque rápidamente volví a esa sala colmada de gente de todas las edades, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, en Rosario, donde, a duras penas, pude acercarme a ese hombre que, refugiado -quizá- en un humor irónico, respondía a todas las preguntas.

Esa fue la última vez que lo vi.

Cuando murió Perón, mi padre -una persona a la que yo tenía por dura, tal vez insensible- dejó caer una lágrima en silencio. Estábamos solos en el auto y volvíamos de viaje, yo era apenas un poco más que un chico. Lloviznaba. Nunca olvidé ese hecho; estoy seguro de que nunca lo comprendí. Cuando murió Borges, no pude evitar algunas lágrimas. Por aquellos que sentimos admiración, también cabe la compasión.

Para el que no conoce el texto, aquí lo transcribo.

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, .pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.

(El hacedor. Buenos Aires: Emecé, 1960)

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1 Comments:

Blogger Tino Hargén said...

Un recuerdo para atesorar Jorge

Un abrazo

9:13 a. m.

 

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