Abrí una botella
Abrí una botella de Syrah Merlot. De una calidad media, como para el asado del domingo, no para la copa de sobremesa, la que me acompaña en la noche, mientras fumo el puro, o me dejo llevar por las palabras. Esto me permitió no cometer el sacrilegio de tomar un buen vaso con soda. Quiero decir: pude hacerlo sin culpa. Siempre que compartimos algún evento familiar, suele aparecer quien se horroriza porque la tía le mandó un chorro de agua con gas al cabernet gran reserva (generalmente es un nuevo yerno que quiere impresionar a la parentela). La verdad es que a ciertos vinos no les queda agregarles nada más que el buen momento, la compañía, la charla o la meditación, pero también es cierto que hay una bebida argentina inigualable a la hora de calmar la sed; el vino con soda. Hoy, la sed que me propició la cercanía con la parrilla, no me hubiese permitido disfrutar plenamente del líquido divino si antes no me hubiese mandado ese buen vaso de sangre degradada.
El tema del vino comienza a aburrirme desde el momento en que una agresiva estrategia de ventas (contexto mientras escribo: bajé ocho versiones diferentes de ‘When A Man Loves A Woman’ y las estoy escuchando una tras otra, como si fuesen canciones diferentes: me fascina la variedad) lo instala como moda y lo frivoliza. He visto a niños pequeños leer la etiqueta trasera de las botellas en las góndolas de los supermercados, recitándolas como poemas de actos escolares. Aunque debo decir que soy socio de una parte de dicha estrategia: lejos de alentar la toma de posiciones por un varietal o por otro, la publicidad alienta a inclinarse por variedad y novedad –por obvias razones de ventas–. En eso estamos de acuerdo: nada de encasillarse con el bravío cabernet sauvignon, o defender a muerte nuestro tan afamado malbec. Eso de que el merlot es para putos es de sibaritas de cuarta, que además hablan mal de los putos (aquí es donde no sé si es una degradación del varietal o una manifestación de intolerancia sexual). Me recuerda a otro mito argentino; el mejor espumante es el más seco (y ya que estamos con el tema del sexo: lo beben los bien machos ¡carajo!), mientras que el dulce es para las mujeres y es de menor calidad. El mercado ha sabido sacar provecho de esta ignorancia y ha levantado los precios de los más secos (aunque el costo de producción de unos y otros sea el mismo, porque –no lo duden– es el mismo vino), e incluso ha creado etiquetas acorde (los espumantes ultra extra súper recontra secos).
Otra cosa es el tipo de vino; están los fanáticos del tinto; los que toman blanco (de vuelta podemos regodearnos con nuestras benditas asociaciones prejuiciosas: adivinen quiénes beben vinos blancos...) y los que degustan un buen rosado (también virilmente sospechosos). En mi caso, me ocurre como con las mujeres. Mi primer matrimonio duró hasta que ella, que me celaba solamente de las rubias, descubrió este particular paralelismo. Aprecio un buen tinto, en su infinita gama de varietales y cortes, pero no desdeño la frescura y la fragancia de los diversos blancos y, cada tanto, me regocijo con el equilibrio entre taciturno y festivo de un gran rosado. Eso sí, si tengo que elegir entre un vino muy añejo y uno joven, me quedo con el último, como con las mujeres...
Etiquetas: Textos
6 Comments:
uau!, y yo que casi ni sé nada de vinos... pero me dieron ganas de descorchar algo.
Besos,
10:28 p. m.
Malizia:
Sería una magnífica oportunidad para compartir lo que descorches. Al buen vino le cae mejor la buena compañía, y no creo equivocarme contigo.
Cariños
12:16 a. m.
si hay algo qe me debo en esta vida es "aprnder" a disfrutar de un buen vino... con toda la ritualidad del caso.
un abrazo fuerte.
8:23 a. m.
Cometeré sacrilegio? A una buena compañia le cae mejor un buen vino no importa del color que sea....(la compañia y el vino)
Me alegra saber que su preferencia en edad del vino y las mujeres....
BESO ENVINADO
11:44 p. m.
yo no era de beber vino...hasta que amé a un rioplatense...
1:33 p. m.
Me encanta la variedad, el vino tinto, sobre todo el Merlot... Alberdi querido, ¿te das cuenta de que algunos hombres son parecidos a ciertos vinos? Como bien lo citas tu: a ciertos vinos (yo agregaría a ciertos hombres) no les queda agregarles nada más que el buen momento, la compañía, la charla o la meditación.
Ya te extrañaba querido!
11:12 a. m.
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