La más variada fauna, entre pensamiento, imagen, poesía y erotismo: ¡todo!, en definitiva.

8.3.06

LA IMAGEN ES TODO

(o, ser de la mirada)

Quizá. Quizá en algún recodo, en alguna vuelta de la vida o de la esquina misma que es como la vida en miniatura un final o una pregunta una duda o una decisión, en una voluta de humo que se pierde en el fondo del bar, de esa misma esquina esquemática, esbozo o icono inefable de la pretensión de ampliar el sentido reduciéndolo a una imagen, en un abrir y cerrar de ojos, claudicando a la filosofía barata de todo es lo mismo el principio es el fin y viceversa, como si para muestra bastase un botón y una estrella no alcanzase para definir un cielo, quizá ahí uno se da vueltas como un guante y mira de soslayo con la inquietud de haber sido escuchado, de haber sido visto u oído. Y el temor resultante es la miserable estopa que también limpia el aceite con el que nos embadurnamos para brillar hasta en la oscuridad. Porque es complejamente así de sencillo: miradas, gestos, palabras, poses para ir armando nuestra propia efigie aún en el simulacro de nosotros mismos, en la ficción y en la fricción de lo que pretendemos. Con un adiestramiento escandaloso y visible tejemos la carcel, la red de lo que somos: inmutables. La imagen no es nada mientras sea todo. Paso a paso pasaron los negros uniformes de la inconformidad que como exasperante estandarte de rebeldía evocaban un ejército mortal: fuimos noche, sangre, metal lustroso, espinas de acero, colgajos de cadenas, fuimos una generación floreada y una oscura, una blanca y otra sangrienta mientras deshacernos nos ponía de frente a nuestra rigidez.

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Y ahora, cuando estamos tan pero tan lejos de todo, más allá, incluso, de la moda o de la moda de la antimoda, en la antípoda de la pluralidad ignominiosa, en esa efervescente singularidad que nos hemos ido dibujando con todos los medios y miedos a nuestro alcance, nos convertimos en la severa escultura de la libertad. Si somos los serios vanguardistas, o los ensimismados popes de la certeza, o los grandilocuentes amigos de los amigos del análisis por sobre la carcajada resquebrajadora de corsés; los tecno gurúes a medio camino entre el postulado universitario o el canon salvaje del ‘yo me hice a mi mismo y usted, mediocre?’. Si somos algo cercano a lo que hemos diseñado; empobrecimiento expresivo en aras de inexistente profundidad filosófica; chico posmo dedicado a la brevedad; anacoreta virtual o declamador de ansiedades literario anárquicas; lobo o loba nocturna; devoradores de estéticos amores esporádicos; devanadores de frases con pretensiones de out siders; pugilistas de oficio contra la voz oficial de lo que sea; monjes taciturnos con una cultivada pátina de seriedad garantía de saberes supremos; rebeldes con causa certificada o repugnantes adolescentes eternos colgados del chiste y del comentario insulso. Si somos eso que tanto hemos trabajado y ajado de nuestro ¿ser? cómo tirarlo por la borda en un segundo? Así, la imagen es todo; todo lo pobre que somos, y ya no hay desafío.
Si soy ese que soy, cómo atreverme a mostrar el intersticio, la grieta en el cemento?
Si soy el que los demás devuelven en la mirada o en la adoración, cómo defraudarlos, cómo arrebatarles la tierra firme de lo que se atrevieron a creer?
Si ya nadie espera de mí otra cosa que lo que siempre he tratado de ser y efectivamente he sido, cómo hacer para contener ahora estas ganas imperiosas de ser otro aunque sea por un segundo?
Si ya nada en ese quizá del recodo me vuelva por el camino de sudorosa construcción, si cada gesto debería ahora ser repetido para confirmarlo, y si el solo desliz de una arritmia, de un gesto en falso, de un beso robado definitivamente en el peor momento y a la persona menos indicada, el solo descuido del paso ensayado o el abandono al resquebrajamiento, la carcajada en medio del velorio, la autoburla en la cátedra, el grito en el silencio solemne del decreto, el sabotaje escandaloso a la gramática o al fluir del discurso, como ahora.
He sido el que he querido en este alzamiento, en este darle voz a lo inanimado, a esta ficción payasa de alguien (¿) que detrás, gime, o detrás escribe, o piensa, o se permite la estupidez cíclica o temporaria, y he sido el que han querido los que de a poco te van colgando las escamas, las estampitas, y se van. O se quedan para delinearte una boca, tallarte un ojo o recortarte un corazón y si es posible anexarte un pensamiento, o la falta del mismo.
¿Quejarse? de nada sirve desmerecer el juego al que uno se presta desde que ensaya su primer puchero para obtener la gracia o el alimento, pero algunos ahogos, algunos ofuscones, alguna falta de aire nos dice que el hormigón armado se está endureciendo a nuestro alrededor.
La dureza es percibida en definitiva como una conquista
La dureza es un elogio y el elogio a lo que somos, intelectuales, poetas, sensuales, locos, hoscos o genios, asesinos o autistas es la dureza que nos inmortaliza.
El elogio es la gula de la adulación y el complemento de la vanidad. Y somos vanos porque, inefablemente, hayamos elegido ser lo que hayamos elegido, siempre seremos vanos, si no alcanzamos a deshacernos, a con-fundirnos.

¿Cómo desafiarse cuando aún a medio camino de lo que pergeñamos nos reporta comodidad el molde?

No he encontrado una fórmula, pero trato de contradecirme, de jugar, gesticular frente al espejo y pararme a oler la incómoda fragancia de mis propios pedos hasta que el asco me haga huir en otra dirección.

Podemos hacer todas esas cosas, y más, para desarticular al muñeco maldito que hemos creado, pero ¿quién puede intuir aquello para lo cual ayudamos a diseñar las gafas con las que ahora nos filtran?

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3 Comments:

Blogger Irazu said...

"el sabotaje escandaloso a la gramática o al fluir del discurso"
La imagen es nuestro exorcismo...como lo fue antes el espejo.

6:17 p. m.

 
Anonymous Anónimo said...

Una sola estrella debería bastar para definir todos los cielos posibles.

Abrazo desnudo.

1:25 p. m.

 
Blogger Laura said...

Me he preguntado en más de una ocasión: ¿tendremos todos: locos, sensuales, poetas, etc., ese minuto con nosotros mismos para saber si somos lo que queremos o lo que nos han hecho ser?

¿Nos gusta lo que vemos en el espejo pero, sobretodo, lo que sabemos que hay adentro?

Dudo que haya alguien que no ponga alguna objeción.

Me gusta que me abras las ideas, Alberdi.

9:01 p. m.

 

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