La más variada fauna, entre pensamiento, imagen, poesía y erotismo: ¡todo!, en definitiva.

31.10.07

UN DERROTERO POSIBLE

(estoy revisitando viejos textos) (25/09/05)

Ya estoy lejos de aquél que ensayara poses extravagantes para llamar la atención de los demás. (Acabo de pisar una hormiga que se paseaba por el living).
Como Marco S. Fogg, en El Palacio de la Luna, no solo dejé de citar oscuros poetas del siglo XVI, o de mechar mis escritos con citas en latín, decanté paulatinamente toda mi erudición universitaria y alternativa hasta quedarme solo con la arena.

He abandonado mi aspecto estrafalario, los años me ayudaron un poco; por más que quisiese cambiar el color de mi pelo no podría hacerlo. Hoy mi aspecto no arrojaría sospechas; ni gris ni extrovertido delirante, apenas un ciudadano más, con un nivel socioeconómico relativo (relativo a qué) que se desplaza por la ciudad como cualquier otro ciudadano (el gato se cayó a la planta baja cuando abrí el postigo de la ventana del alféizar en el que tomaba sol. Rebotó en la cornisa y cayó golpeando la nariz ruidosamente contra el suelo. Sangra, está como atontado, y me apena su repentina fragilidad felina. No me mira; creo que está avergonzado).

Dejé pasar un tiempo prudencial que me permitiera desaprender aquello que me ensoberbecía. Desaprender en profundidad, hasta sentirme sin derecho a opinar. Sin derecho a la expresión.

Ahora construyo casas. Me gusta construir casas. Y las casas que construyo tienen un aire minimalista, aunque alguna irrupción clásica desacredita ese estilo. Las casas que me gusta construir son de líneas y volúmenes simples, abiertas a la luz. Por ejemplo, en estos días estoy terminando una que habito: los espacios dedicados al living, al comedor diario y a la cocina son espacios amplios, francos y comunicados entre sí, no hay puertas que los separen, apenas un pasillo con un gran ventanal al jardín de invierno (de este patio interno las paredes aún están sin pintar, y no me decido por las plantas ni por la iluminación, aunque creo que el color será un naranja casi amarillo, muy luminoso) y una especie de isla separa la cocina del comedor (recién pisé una hormiga que se señoreaba por el piso del living). Sin embargo he cerrado un cuarto para la biblioteca y el escritorio, donde me hallo en estos momentos. Allí sí quiero sentirme aislado, en otro mundo, con una ventana, esta, a otros mundos.

Algo que no pude desaprender es la vanagloria cuantitativa: la biblioteca debe de tener más de 1000 libros y revistas especializadas. Muchos de esos volúmenes tienen más un valor personal que intelectual. Están aquellos de mis épocas malas, que obtenía en librerías de viejo, comprando o robándolos; una buena cantidad de libros editados por amigos de otros tiempos; los que pude comprar cuando pude, y elegí, y los que compro por curiosidad siempre y cuando no tengan un costo dispendioso. Por ejemplo, los saldos de los supermercados me han permitido, en diferido, leer por módicas sumas a todos los premios anuales de grandes editoriales, o de fundaciones prestigiosas. Salvo algún que otro caso donde la ansiedad pudo más que mi precaución y me dejé llevar por las promociones de los suplementos culturales, meras extensiones de los departamentos de marketing de las editoriales, nunca arriesgué un peso de más en títulos y autores fantasmagóricos. En definitiva, de esta práctica no me arrepiento; la gran mayoría no valía el precio de tapa al momento de su lanzamiento, en especial en cuanto a narrativa argentina se refiere.

Como decía, abandoné las lecturas de Barthes y Foucault; me borré de los círculos de autogestión de estatus intelectual, dejé que el río corriera y arrastré mis libros de mudanza en mudanza para dedicarme a construir casas.
En realidad (la hormiga no estaba definitivamente muerta y con una pata se arrastra, mi gato no debe estar tan mal porque logró interesarse en ella, aunque ahora abandona el objeto de su intriga y, de un saltito, se acomoda en el Berger blanco ubicado en el rincón de la habitación, cerca de donde estoy. La luz mortecina de la tarde lo baña de un celeste tornasolado) más que construir casas creo que soy un habitante de casas, un hombre que acomoda su vida a los espacios y a las luces de la casa hasta que le duele algún músculo, alguna articulación y decide que esa casa ya no es para él. Entre construir y habitar, la casa se modifica y el hombre también. Hay como una articulación entre el carácter, el humor y la habitabilidad que se modifica según pasa el tiempo, según cambia el contexto. Por ejemplo, he habitado casas en las que yo no tenía un gato sino un perro. Un perro que me esperaba por las noches para saltarme encima y ensuciarme la ropa de la oficina. Un perro hembra, grande, incapaz de morder a nadie, pero que lograba disimular muy bien su mansedumbre. Un perro que alguien quiso mucho y luego debió, con todo el dolor que implicó para ambos, entregarme, por motivos de mudanza. También habité una casa en la que no había ni perro ni gato, pero había cuartos para niños, y los pasillos estaban impregnados del bullicio de la siesta. Gritos, chillidos, carcajadas, riñas. Por las noches los habitantes de las risas se sentaban al costado de mi cama y, de a uno, me contaban historias que inventaban o que leían en los libros de la biblioteca del colegio, hasta que me adormecía arrullado por el coro de esas voces delgadas y cristalinas. Por las mañanas no había nadie, y mi esposa dejaba una taza para que desayune, sobre la mesa aún quedaban los restos apurados de otros desayunos, grumos de cereal diseminados sobre el mantel manchado, una regla que alguien olvidó de guardar en su mochila. La casa me acogía en soledad, entonces me sentaba el sillón que ahora ocupa el gato con mi taza de café, a pensar en ese escritor que fui.
He habitado camas del mismo modo que habito o construyo casas. Y esas camas las he habitado con mujeres que me esperaban al anochecer cuando llegaba de la oficina para saltarme encima y ensuciarme la ropa.
Hace unos años construí una gran vivienda junto a dos mujeres que eran mis amantes. En esa oportunidad tampoco teníamos un gato o un perro, pero un amigo en común había rescatado un papagayo en el noreste, en un operativo conjunto entre gendarmería y fauna sobre la ruta 11, con lo cual el pobre bicho, que era un pichón al que se le asomaban una plumas de espléndidos tonos azules amarillos y rojos, no podía ser devuelto al monte, por lo que nos lo obsequió. Criamos al pájaro como si fuera nuestro hijo imposible, un hijo de los tres. Y el animal nos retribuyó con creces nuestra dedicación. Por las tardes agitaba con la pata su lata de comida contra la jaula (abierta) reclamando un poco de coca cola. Era un maldito vicio ese, al que lo malacostumbraron sus abuelos. Insistíamos en que no había que crearles a los chicos necesidades que no tenían. Por eso nos oponíamos con furia a la obsequiosidad de los viejos que llenaban sus bolsillos de golosinas antes de venir a visitarnos. Pero es como que los abuelos tienen todo permitido.
Nos hacía gracia porque cada vez que sonaba el teléfono él comenzaba a gritar ‘¡hola! ¡hola! hable por favor! ¡Quién es carajo!’ en lo que nos parecía un eco sarcástico de nuestras propias voces.
El trajín de esos días evitaba que pudiésemos estar durante el día en la casa, con lo que el papagayo sufría horrores. Contratamos a otra mujer para que se hiciera cargo de los quehaceres domésticos y lo alimentara mientras nosotros nos ocupábamos de otros asuntos menos importantes. Mujer con la que después me fui a habitar otra casa, pero que mientras estuvimos todos juntos alimentó al animalito como si fuera un perro; ‘yo siempre crié perros’, nos dijo luego. Con la dieta exclusivamente de carne, el pájaro perdió todas sus plumas y se quedó calvo. Las madres dijeron que eso hacía más sexy al querido papagayo, algo que no me atreví a contradecir. La relación terminó porque nadie soporta la infidelidad. La rara avis vive con ellas desde hace unos cuantos años y yo me conformo con llamar por teléfono cada tanto. En una de las cajas de la mudanza quedaron sus últimas plumas, las utilizo como marcadores de páginas.

Pero ahora estoy en una etapa en la que me he liberado de todos los lastres. Estoy liviano y ágil (el gato se revuelve incómodo en el sillón). De mi vieja actividad de escritor me quedó un reflejo que se traduce en esos textos convulsivos, a veces rabiosos, donde la poesía se tensa con la prosa sin resolverse, y esos poemas que me asaltan a las 23: 42 hs, invariablemente.
Entre tanto, ocupo y construyo, casi con un dejo de timidez ya que como bien dije al principio me siento ‘sin derecho a la expresión’, esta casa, este espacio que ustedes leen, quizá.

Por supuesto, viajo por los blogs y reconozco a algunos personajes de antaño, y veo un espectro nuevo de poses, un pandemónium de extravagancias, pedestales de soberbia que comienzan a edificarse en torno a nuevas religiones y sectas infranqueables. Tanto que me dan ganas de comenzar a citar en latín.
(finalmente el gato vomitó sobre mi querido sillón, señal de que está peor de lo que imaginaba después del golpe. Una araña cruza impertérrita desde la biblioteca hacia el living).
‘Semper tenus’

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21 Comments:

Blogger Unknown said...

Déjalo que se cure solito. Los gatos como las casas, se curan solos. Luego todo es cosa de no ser impacientes.
No esperar. Las heridas se cierran pese a lo fuerte que haya sido el narisazo.

Que entrañable me parece tu visita. Ya sabes que eres bienvenido. Puse un linck en mi blog para tener más fácil acceso.

12:59 a. m.

 
Blogger Marcela Fumale said...

Hermoso relato de tu(s) vida(s), me hago un sitio en esta, tu nueva casa, y leo; no temas casi ni notarás mi presencia.

Saludos; y gracias por la invitación.

9:11 a. m.

 
Blogger Patricia said...

Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

8:30 p. m.

 
Blogger Patricia said...

Vaya, vaya...qué experiencia.
Y cuéntame¿La perrita Chucha se mejoró después de tal fogosa experiencia? *rie*
Interesante lo que escribes.

Saludos
ps.Tienes un gato muy inquieto ;)

8:38 p. m.

 
Blogger Ernesto González Dávila said...

La ironía que articula el texto lo hace sostenerse por sí mismo y la aprente monotonía del discurso nos revela un dejo de incierta agonía y decadencia de una cierta forma de ver las cosas.

Me gustó el post, felicitaciones,

Ernesto

10:46 p. m.

 
Blogger Selfish Fish said...

Hola
Lo del papagayo es increible.
La soberbia es algo que no me enoja, me divierte digamos.
Y distingo poses, pero no bien la mìa.Solo quisiera q se pueda ser franco conmigo,cuando se entre en mi blog, y q no se me siga el juego.
Parece q viviste en muchas casas!
Escritor, como es q fuiste escritor, y ya no mas?
Yo no se que es ser escritor,pero quiero serlo cuando escribo.

Saludines
Mucho gusto de leerte

2:28 p. m.

 
Blogger Novoita said...

y si...la tuya es mas larga, igual no te vayas a creer, de "ayer" a hoy mejore unos cuantos milimetros...
'semper ascendens'
saludos.

6:46 p. m.

 
Blogger Lety Ricardez said...

POr favor no recupere el viejo hábito de citar en latín o a oscuros poetas de siglos fenecidos. Leer post tan largos como el suyo, me cuesta, sin embargo lo he leído de corrido. Pudiera tal vez citarle párrafos de lo escrito, pero esto sólo serviria para pretender que me crea, y ni siquiera se si usted, tendría interés en ello. Yo si lo tengo en su blog, es usted un narrador fantástico, nos llevó de un tema al otro, de la caida del gato, a la creación de espacios habitables, al confort de su estudio, casi en volandas. Por cierto su gato debe haberse avergonzado porque supuestamente, fuera la altura que fuera, desde aquella que cayó, debió haberlo hecho parado. Pero ya estoy aquí haciendo lo que dije no haría. Me despido mejor, con el gusto de haberlo encontrado. Lo pondré en mi itinerario diario y si usted lo permite también un link en mis páginas.
Agradecida me voy, volveré pronto.

10:24 p. m.

 
Blogger Jorge Alberdi said...

Lety: te permito lo que quieras. Lectores obstinados no se encuentran todos los días. Gracias, da ganas de tomarse esto en serio.
Lo del gato, bueno, golpeó con una cornisa lo que lo desequilibró, pero alcanzó a darse vuelta y caer parado, aunque amortiguó con la nariz.
Tus poemas dardos me gustaron.

12:12 a. m.

 
Blogger Lety Ricardez said...

Cierto, tuve que regresar a leerlo. Eso debe haber sido. Ya no tengo la memoria de antes. Seguiremos leyéndonos. Gracias por lo de dardos, ojalá sean certeros.

12:56 a. m.

 
Blogger Patricia said...

¡Hola!
Gracias por tu comentario, qué bueno que si queden algunos por aqui en "el mundo blog" que me puedan llegar a entender, estaba comenzando a pensar que no me había explicado bién en mi artículo :P ja ja ja
Buneo amigo, lo dejo.
Saludos

4:07 p. m.

 
Blogger Simon@ said...

buen post...
te felicito


nos leemos

5:39 p. m.

 
Blogger Lety Ricardez said...

Don Jorge he seguido viniendo para releer. Ahora que recién percibí mi error, vine para pedirle humildemente perdón. Su presencia en casa me emocionó tanto, que confundí su nombre y apellido, le dije don Alberto. Algunas veces soy así, atarantada.¿Podrá usted perdonarme y volver algún día?

9:52 a. m.

 
Blogger Bardamu said...

Precisamente cuando comienzan a aparecer citas en latin (y yo acabo de poner la despedida de Adriano por ahi) es que las arañas salen a alardear su anacronismo. Las arañas son tenaces. Y conservadoras, todavía alegan en latin vulgar, para que no logremos comprender su oculta metafísica.
Aún así, están de nuestro lado.
Los gatos no, y encima hablan esperanto.

4:37 p. m.

 
Blogger Kramer said...

Comodidad acordada,-eso si es placer, un sillón-;
¿que encarna esta belleza del espíritu
que deja la comodidad de
la vida, al igual que el placer?

Kramer

3:38 a. m.

 
Blogger Gus Nielsen said...

¿Sabés que ya yo había leído?
Es muy buen post. Inclusive lo guardé en mi carpeta "cuentos de otros"; lo acabo de verificar. Abrazo.

2:19 a. m.

 
Blogger anais said...

¿Cómo se hace para liberarse de todos los lastres?
Buena historia.

12:32 a. m.

 
Blogger Laura Escuela said...

sé que regresaré a releerlo, pero me ha encantado, me lo he imaginado sentado en el patio de un sanatorio mental, reviviendo una historia de un HOY que no es HOY, no es AHORA, sino un antaño en que el loco se quedó plantado.
Me encantaron las acotaciones gatunas, hormiguiles y arácnidas. El gato me despertó una gran simpatía.
Besos

5:50 a. m.

 
Anonymous Anónimo said...

Ojo con las hormigas, son persistentes, a veces no es suficiente un pisotón........me encanta tu latin.
No sé que quiere decir esto pero es uno de los poquisimos blogs en los que leo totalmente los post por mas largos que sean siempre encuentro algo en ellos que me atrapa hasta el final.
Tienes un gato raro lo sabias?
BESO GATUNO

2:19 p. m.

 
Blogger mi otro yo said...

Hola!
Tiene demasiadas cosas que me gustan tu escrito, y de viejo no le veo nada.En fin que tengas un buen día.
Saludos.

9:43 a. m.

 
Anonymous Anónimo said...

Anais; Lau; Guadalupe:
gracias por sus visitas inquietas.
mi otro yo: de viejo tiene que ya lo había publicado.

10:16 p. m.

 

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