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7.8.05

EL MALVADO VENTRÍLOCUO

Como en la poesía, las palabras se nos imponen. Como en las palabras, la poesía juega su azar. No siempre el principio rector de la hoja en blanco será doblegado por el autor. Muchas veces es el vacío el que llama a los nombres y los nombres al mundo.
Cuando debí elegir el título de este espacio, la palabra Ventrílocuo se me impuso. Y hay cosas que no suelo discutirlas, y menos a altas horas de la noche, cuando el día es solo un resabio de ruidos y haceres sin placeres.
Pero creo que lo de Ventrílocuo, relacionado con un espacio que, fundamentalmente, tendrá que ver con la poesía, me venía más por eso de Pessoa, de que el poeta es un fingidor. Allí, el demiurgo, habla con otra voz, habla con la voz del poeta, a quien las palabras se le han impuesto, como a la marioneta una voz que le viene de otro lugar, de otras entrañas, pero que sin embargo no le es ajena.
O tal vez me vino de una novela interesante que se llama El Cuento del Ventrílocuo de Pauline Melville, cuya trama no recuerdo, salvo su título.
Lo cierto es que podía haber llamado a este espacio de cualquier otra manera. Utilizar la vieja técnica de abrir un libro en cualquier hoja (¿recuerdan Dadá?), y tomar la palabra más afín. Pero lo llamé de este modo.
Mientras armaba el sitio, el nombre seguía inquietándome, por lo que se me dio por rastrear en la web otras relaciones. Cual no sería mi sorpresa al encontrar un blog cuyo título llevaba el más seductor ‘El Malvado Ventrílocuo de Saint Olaf’, originado en un relato que merece que lo transcriba sin más preámbulo (lo de alberdi-gital, es otra casualidad perturbadora).

La historia de Gunilla Olfstadter, el ángel de la muerte de Saint Olaf

Gunilla Olfstadter era una enfermera en el hospital Cedros de Saint Olaf. Cuidaba de Sven Bjornson, el cual le pidió que le trajera algunos humedecedores para la boca y que después le matara. Bueno, lo de matarle parecía estar en contra de todo lo que a ella le habían enseñado. Él suplicó y suplicó y, en el descanso para el café, ella ya no pudo aguantarlo más, así que tiró del enchufe y él murió. En fin, se pasó la noche carcomida por la culpa… no solo por haber aparcado su coche en el puesto de un médico, sino porque nunca estuvo segura de si, en el ruego de Sven, era el dolor quien hablaba, la medicación que estaba tomando o el chico de la cama de al lado. Veréis, el chico de la cama de al lado era Ingmar Von Bergen, el malvado ventrílocuo de Saint Olaf. Desde entonces, cada martes a las 10 -las 9, hora central- se puede escuchar la voz de Sven susurrando desde más allá de su tumba.

http://alberdigital.blogspot.com

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3 Comments:

Blogger Rana Berden said...

Las palabras siempre han tenido su propia voluntad, no hay duda.
Gracias por las tuyas en mi blog.

11:55 p. m.

 
Anonymous Anónimo said...

Es verdad, hay cosas que no son como pa cuetionarlas, el título de mi blog tb como que se me impuso, sin pensarlo casi.
Es bonito lo de mirar pa atrás, en un año pasan muchas cosas jeje, yo no sé cuanto llevo con el mío, pero sí sé que antes escribia más y que parece que si me van leyendo me voy cohibiendo o que me da por épocas, no sé.
Las coincidencias! En la red y la vida; me gustan sisisi :)

1:10 a. m.

 
Blogger A.F. said...

y siempre queda el reverso de la página, por favor nonos olvidemos de eso.

3:35 p. m.

 

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